sábado, 9 de noviembre de 2013

El Año Grande en un colegio público.



“Mi educación se vio interrumpida por mi ingreso a la escuela” Shaw Bernard


En la región Andina, los agrodescendientes practican, en el periplo del año, dos momentos en la siembra; el primero, denominado Año Grande y el segundo la Atraviesa. El Año Grande se realiza entre marzo y abril, mientras que la Atraviesa se lleva a cabo en julio y agosto. El aprontamiento de los menesteres para las Pruebas Saber concuerda con el aprestamiento del Año Grande, mientras que la recolección de la labranza da al traste con la aplicación de las pruebas del Icfes, con los exámenes de admisión a la Universidad Nacional y con la publicación de los resultados de las dos instituciones.   

Nuestros estudiantes han participado de esos convites. Cada uno de ellos ha echado mano de las herramientas que le aportó cada profesor en el circuito escolar. También ha hecho suyos los aprendizajes que sembró en él la familia, desde la cuna hasta la actual metamorfosis. En este transitar no ha desechado los aprendizajes de los mas media, del sentido común y del contexto citadino, aprendizajes, que dicho sea de paso, encarnan más del 75%, del peso de los factores asociados a la evaluación, según los resultados de investigaciones publicadas, entre otros estudiosos, por Guillermo Bustamante.

Y traigo a colación la referencia del profesor Bustamante, al menos por dos razones; la primera, porque ahora, en el receso, los maestros de Bogotá pudimos disfrutar de su conferencia magistral, sobre evaluación, al lado de la disertación del  profesor Estupiñan sobre al evaluación dialógica. La segunda razón es más del orden emocional, dado que varios de los maestros que forjaron el aprendizaje de los chicos, hoy marchitos por el vendaval de la prueba, sienten que ahí en esos resultados hay una pérdida que refleja su accionar pedagógico, didáctico y político.

Si aceptamos, que en la actualidad, la escuela no es la única que transmite conocimientos y que el maestro no es el único que enseña, porque la humanidad cuenta con un océano de memoria acumulada al alcance de los dedos y de los ojos, donde cualquier dato es accesible, entonces podremos decir con conciencia que, en la prueba del ICFES, el perdedor no es el adquiriente- evocando a Bernstein-, tampoco el maestro, sino la sociedad, la familia y el estado, con la implantación de un modelo inequitativo. “Es verdad que solemos descargar el peso de la educación en el llamado sistema escolar, olvidando el peso que en la educación tienen la familia, los medios de comunicación y los dirigentes sociales”, puntualiza William Ospina.

Pero ustedes y yo sabemos que la familia, los medios de comunicación y los dirigentes sociales no comparten este planteamiento, ellos ponen en tela de juicio nuestro quehacer aseverando a los cuatro vientos, que si las cosas salen mal es porque la educación no está funcionando. Pero más angustioso resultaría, colegas, admitir la posibilidad de que si las cosas salen mal es porque la educación está funcionando bien.
Tenemos un mundo ambicioso, competitivo, amante de los lujos, derrochador, donde la industria mira la naturaleza como una mera bodega de recursos, donde el comercio avizora al ser humano como un mero consumidor, donde la ciencia a veces olvida que tiene deberes morales, donde a todo se presta una atención presurosa y superficial, y lo que hay que preguntarse, maestros y estudiantes, es si la educación está criticando o está fortaleciendo ese modelo.

Sin embargo hoy, tal como le ocurre al agrodescendiente que pierde su cosecha, y de manera análoga en los años pretéritos, los estudiantes de grado 11 exteriorizan en su rostro y en su deleznable humanidad, un viso de cansancio, un semblante de tristeza y una sensación de duelo, por la pérdida de la cosecha, fogueada en un terreno muy quebradizo, rodeada por céfiros de pensamiento bastante potentes y por un ambiente de capital cultural diseminado.

Es un cansancio no esencial, pero visible a los ojos de unos terrícolas, desafortunados por no vivir en un terreno fertilizado por las matemáticas, por las ciencias ni por el lenguaje, pero seguramente sí por las artes, por las emociones y por la kinestesia, situación contraria a la experimentada por El Principito, en el planeta raro, donde solamente se pueden alojar el farol y el farolero.   

El planeta de los estudiantes de los colegios públicos y el nuestro es el mismo de Pegaso, un mundo en el que el desaforado afán de éxito fustiga a los mortales a tener la sensación de estar corriendo por el aire. “El hombre moderno es un hombre de afán”, argüía Nietzsche, impugnando la  deshumanización de una generación depredadora en los consumos. Apresuradamente el vigilado tiene que volar contestando unas preguntas llenas de artificios, de elipsis e hipérboles, para lo cual su plumaje no le permite ni levantar no sostener el vuelo.

La Prueba Saber pone en evidencia la inequidad en que se participa, porque  le otorga éxito a unos pocos y deja atrás a la gran mayoría. Esa es la lógica del hipódromo, trasladada a la relación entre examinados, es la razón de una educación que, como lo sostiene el escritor de Padua: “no está hecha para que colaboremos con los otros sino para que siempre compitamos con ellos, y nadie ignora que hay en el modelo educativo una suerte de lógica del derby, a la que sólo le interesa quién llegó primero, quién lo hizo mejor, y casi nos obliga a sentir orgullo de haber dejado atrás a los demás”[1].


En esa razón del mejor jinete es donde se inscribe la apuesta por el caballo equivocado de la cual se ocupó Frank Smith, en la época de la era espacial estadounidense: competir en cambio de cooperar. Una época entronizada en la Guerra Fría y el modelo neoliberal, que  hace del ser humano un lobo de sí mismo y de los demás, tal como lo dejó expedito Hobbes. 

 

Deshojando los frutos de la atraviesa.

 

Como lo podrán leer en las gráficas que aporto, al tomar como universo tres cursos con un estimado entre 30 y 37 estudiantes y con una muestra de aproximadamente el 65% del total del universo, huelga decir, dos cursos con 71 educandos, se precisan los siguientes resultados, expuestos de 1 a 10, como puede ojearse en la web del ICFES.

En Lenguaje: El 77% de la muestra obtiene puntajes por debajo de 5.0, siendo 5.0 la mitad de la calificación, alojándose el 58% en el rango de 4.0 a 4.9. Entre 5.0 y 5.9 solamente el 18% de los educandos. Pasaron el umbral de 6.0, por debajo de 7, tres estudiantes de los 71, es decir, el 4.2%, matizando que en esta área cuantitativamente les fue mejor, pues en el 2012 solo un educando se ubicó el rango de 6.0 a 7.0.    

En matemáticas. El 82.6% de la muestra obtiene puntajes por debajo de 5.0, albergándose el 56% en el rango de 4.0 a 4.9. Entre 5.0 y 5.9 únicamente el 15.4% se instaló en ese rango. Pasaron el umbral de 6.0, por debajo de 7, un estudiantes de los 71, es decir, el 1.4. %.  En el 2012, 8 estudiantes sobrepasaron los 6.0 puntos.

En Ciencias Sociales. El 82.2% de la muestra obtiene puntajes por debajo de 5.0, reitero, siendo 5.0 la mitad de la calificación, instalándose el 44% en el rango de 4.0 a 4.9. Entre 5.0 y 5.9 sin más el 8.4% se situó en ese rango. Pasaron el umbral de 6.0, por debajo de 7.0, dos estudiantes de los 71, es decir, el 2.8%. En el 2011, un estudiante apenas alcanzó 60 puntos.  

En filosofía. El 92.4% de la muestra obtiene puntajes por debajo de 5.0, acentuándose que el 63% está en el rango menor de 4.0. Entre 5.0 y 5.9 meramente el 7% se apostó en ese nivel. Con 6.0 y más puntos no hay ningún estudiante. En el 2012, todos los estudiantes se dispusieron por debajo de 4.0, en una muestra similar a la que es objeto de esta presentación.

En Biología. El 92.4% de la muestra obtiene puntajes por debajo de 5.0, subrayando que en el 50.4% está en el rango de 4.1 a 5.0. Entre 5.0 y 5.9 solamente el 5.6% se ubicó en el rango. Con 6.0 y más puntos hay un estudiante. En el 2012 ningún estudiante sobrepasó los 6.0 puntos, en una muestra similar a la que referenciada en esta descripción.

En Química. El 89.6% de la muestra obtiene puntajes por debajo de 5.0, siendo 5.0 la mitad de la calificación, hospedándose el 37.8% por debajo de 4.0 y, en el rango de 4.0 a 4.9, el 51%. Entre 5.0 y 5.9 solo el 8.4% se colocó en ese rango. Pasó el umbral de 6.0, un estudiante de la muestra en mención, es decir, el 1.4. %. En el 2012 ningún estudiante superó los 6.0 puntos, mientras que en el 2011, hubo uno.  

En física. El 74.2% de la muestra obtiene puntajes por debajo de 5.0, poniéndose el 40% en el rango de 4.0 a 4.9 y el 33.6 por debajo de 4.0. Entre 5.0 y 5.9 se situó el 23.8%. Pasó el techo de 6.0, por debajo de 7.0, un estudiantes de los 71, es decir, el 1.4. %. En el 2011, dos estudiantes sobrepasaron los 6.0 puntos. En el 2012 ninguno.

En Inglés. Inglés y filosofía están muy parejos. Pese a que en el idioma extranjero hay una clasificación más detallada, los resultados pueden leerse así: El 92.4% de la muestra obtiene puntajes por debajo de 5.0, insistiendo que el 63% está en el rango de 4.1 a 4.9. Entre 5.0 y 5.9 solamente el 5.6% se instaló en ese rango. Con 6.0 y más puntos no hay ningún estudiante. En el 2011 un estudiante superó los 6.0 puntos, igual que lo sucedido en 2012.

En lo atinente al componente flexible, el 51.8% optaron por Violencia y sociedad, aprobando, sobre 6.0, un estudiante. El 7% escogió la profundización en matemáticas, logrando pasar sobre 6.0, un estudiante. Para biología se inscribió un alumno, igual cantidad para sociales. Para Medio ambiente y para lenguaje 20 y 7 respectivamente. En el puntaje nacional, de la muestra estudiada, el 4.2% de estudiantes se acomodaron entre los 100 primeros lugares, uno de ellos en el lugar 46. El total de inscritos fue de 567.203. Entre 101 y 200, el porcentaje es igual al anterior. Un 32.2% se sitúo entre los 500 primeros puestos. En los puestos 700 al 961, se colocó el 44%.

Desojados los frutos de la atraviesa, dejo en la mente de los colegas y estudiantes el color, el sabor y la contextura del fruto, para que lo amasen, huelga decir, para que lo mastiquen y así establezcan los análisis, teniendo en cuenta que en esta cosecha, en cosechas anteriores y en las que están por venir algo tenemos que ver. La Prueba Saber 11 valora prácticamente todo lo aprendido en el ciclo escolar. Y, en ese ciclo hay muchos factores asociables, del 25% que le compete a la escolarización; de ahí la importancia de que todos los maestros y directivos actuemos como cirujanos de las políticas educativas que han engendrado este sarcoma.     

Veamos el bosque, pero no por la leña.

Hay quien cruza el bosque y sólo ve leña para el fuego.” En ese bosque, un tanto marchito, antes de la leña están los árboles. Antes que valorar a unos adolescentes por los puntajes hay que apreciarlos por su ontología y por las huellas que han dejado en el proceso. En estos campos del pensar y del hacer lo nuestro son los procesos, no los resultados. Los resultados son la forma, los procesos el fondo, sin negar que lo uno no esté relacionado con lo otro.

Los resultados, en este momento, parafraseando a Tolstoi, son la leña para el fuego que atizan los medios de comunicación, la sociedad, la familia, algunos profesores y hasta los mismos estudiantes que se sienten culpables de una situación que ellos no han erigido.

Quienes vimos crecer a esta generación de bachilleres 2014, sabemos que son unos chicos que han manifestado unas competencias que el ICFES  no les evalúa y que ojalá no se le ocurra evaluarla, verbi gracia, la cinestesia y el arte, la poética. “La ciencia como aproximación a la verdad puede ser igual, pero no superior al arte” anotó Bertrand Russel.

Los educadores de un sinnúmero colegios, luchan incansablemente e inútilmente –creo yo- por quitarle los balones a los niños, sobre todos a los migrantes de la primaria, a los más diminutos. Igualmente, somos testigos de que muchos de esos niños que en su momento se resistieron a perder su esférico, no quisieron ser proscritos, hoy son los adolescente que organizan los equipos, son los muchachos que arbitran los partidos, son nuestros alumnos que demuestran que las reglas que ellos colocan las cumplen, aunque transgredan las normas del Manual de convivencia. Ese es un indicador de autonomía y de criticidad que afirman los educandos, que corresponde con los objetivos de la Ley General de la Educación y que nos permite inferir que la formación ciudadana si la hay.

Las verdades de la estadística no pueden eclipsar las verdades de la psicología, menos de la estética ni la ontología. Un hombre debe ser igual a otro hombre en las oportunidades y en los derechos, pero también es importante que sea distinto. Una ceiba es una planta distinta a un cafeto, no obstante nos aseveran que sumados son dos arboles.  Un hombre mas otro hombre, aritméticamente sumarían dos hombres. ¿Verdad o conveniencia? “Dicen que uno y uno son dos, decía Chesterton, pero el que ha conocido el amor y el que ha conocido la amistad sabe que uno y uno no son dos, sabe que uno y uno son mil veces uno” Y eso son los estudiantes que ha marchitado la Prueba Saber. Son unos amigos que emprendieron su viaje en el preescolar o en otra coordenada, se encontraron en los bancos del bachillerato, compartieron dolores y alegrías y hoy están listos para dejar el árbol que no los ató sino que les ofreció sus ramas para afinar el vuelo, porque los árboles no at6an, ofrecen, apunta Eduardo Galeno.    

Pero si alguno de ustedes litiga por la versatilidad de la estadística, entonces digamos que en la muestra que nos ocupa, un 33% de los educandos pasó en la Universidad Nacional. En esa lógica colegimos que nos fue mejor que en la Pruebas Saber, estadísticamente hablando. Y, sin titubeos, hay más preocupación y preparación para el Icfes, que para el ingreso a la Nacional. ¿Entonces que fue lo que pasó? ¿Será que le seguimos apostando al caballo equivocado? ¡El resultado nos estará indicando que tenemos la aguja de la brújula buscando el Norte, pero mirando hacia el sur?

Por último déjenme contarles, que recientemente, con motivo de la inscripción al servicio militar, los varones debían diligenciar un formulario, para lo cual se les entregó una fotocopia para su previo diligenciamiento. Por algunas razones, solamente una minoría hizo el ejercicio. En el formato debían colocar peso y estatura. Ante el imperativo de no recibirles el formulario incompleto, varias de eses mentes frescas y audaces se dieron a la tarea de conseguir un metro, localizar una pared y ahí estampar las medidas, de tal manera que todos pudiesen obtener el dato, tal como así aconteció.

Esa competencia comunicativa, que evidencia el vínculo entre la escuela y la vida, que pondera el conocimiento domeñado y que involucra de manera afortunada el saber socialmente decantado, nos traslada al episodio de un profesor* con un estudiante alrededor del siguiente enunciando: “ Demuestre cómo es posible determinar la altura de un gran edificio con la ayuda de un barómetro”. (2 minutos para pensar ¿cómo lo haría?  Comparta la respuesta).  Al ser interrogado el muchacho por su profesor, respecto al cómo desarrolló el ejercicio, el estudiante le expresó: Suba el barómetro al techo del edificio, amárrelo a una cuerda larga, descuélguelo hasta la calle. Enseguida vuélvalo a subir y mida la longitud de la cuerda. La longitud de la cuerda equivale a la altura del edificio.

La calificación del profesor fue: cero; no obstante, el educando pidió un segundo calificador quien no altera la decisión de su colega. No vencido el ingenioso adolescente, logra un tercer jurado quien, luego de estudiar a profundidad el caso, manifiesta: “Reflexioné largo rato sobre ese estudiante. Mejor que todos los informes sofisticados que hasta entonces había leído, acababa de enseñarme la verdadera pedagogía, la que se apega a la realidad. Con jóvenes como éste no le temo al futuro”

 La actitud de estos jóvenes con quienes nos enseñan con la verdadera pedagogía de la realidad y con quienes no le debemos temer al futuro, nos lleva a recordar el gesto de Galileo Galilei cuando se le ocurrió subir a la torre para tirar abajo dos piedras y a la vez la teoría de Aristóteles. Si eran malos maestros los de Galileo, se habrán irritado por aquel crimen, si eran maestros de verdad- apunta Sábato-, “se habrán alegrado de aquella sagrada rebelión”.

De acuerdo con lo expresado colegas: ¿Nos alegramos ante el ingenio de algunos estudiantes? ¿Nos irritamos porque no son sumisos sino rebeldes con causa?  Será que nuestra escuela hoy está regentada por directivos del siglo XVII, enseña contenidos del siglo XIX, con profesores del siglo XX, a alumnos del siglo XXI? ¿Por qué no dejamos de adiestrarlos para unas pruebas insípidas y foráneas y los prepararlos mejor con los sabores que ostenta la existencia?
¿Nos irritamos o nos alegramos con el Año Grande del colegio público? 
¡Que la educación de los niños y niñas no se vea interrumpida por el ingreso a la escuela!
¡Que las interminables horas de clase les dejen tiempo a los niños para estudiar, tal como lo reclamaba Estanislao Zuleta!   

José Israel González B.
Noviembre 08 de 2013


[1] Ospina, William (2010). Una nueva educación para una nueva sociedad. Intervención en el Congreso Iberoamericano de Educación.Buenos Aires. 13,14 y 15 de septiembre de 2010.

  
*  Carta enviada al diario La Presse de Montreal, Canadá, por Alexandré Calandra, profesora de la Universidad de Washington, publicada el 27 de septiembre de 1979.  Se encuentra en la revista: Cuadernos de Pedagogía.