lunes, 6 de junio de 2016

La familia y la Caja de Pandora...

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                        “…Ahí están: él (río) y ella(puerto) unidos por una barca indeleble(pareja), con el compromiso de recorrer el resto de la vida, seducidos por una imagen frutal: media naranja, pero enrizados en en lo que son: individuos incompletos, contradictorios, egoístas, vanidosos, negando lo único que exalta: ser diferentes.”

De la génesis a la crisis

La crisis no es la culminación de un proceso, como generalmente se piensa, sino los momentos en los que comienza a imponerse algo nuevo en la sociedad, comenta Gutiérrez Girardot (1998, 264) evocando a José Luis Romero. La familia, en Colombia y en América indígena, nace con la comunidad tribal. La tribu, escribe el profesor Tovar Pinzón (1974, 18) “es fundamentalmente una asociación familiar”, en la que se encuentra: la familia nuclear, la familia extensa y la familia social. La primera, poligámica, constituida por afinidad y consanguinidad, por el esposo y las mujeres principal y secundaria; la segunda, agrupamientos de familias que se identifican, verbi gracia, por el apellido; y la familia social, instaurada por todos los miembros de la tribu.

De la raíces vernáculas podemos dar un salto a la crisis actual, en la que –como diría Gramsci,“ hay algo que está muriendo pero no termina de morir y al mismo tiempo hay algo que está naciendo pero tampoco termina de nacer”. Lo que está muriendo es el arquetipo de la mítica familia nuclear y extensa, conyugal, monógama y biparental y, lo naciente, la recomposición familiar en distintas facetas, una de ellas la tribu; estereotipo que, según la postura de una diputada catalana, los niños deben ser educados en tribus. La representante ibérica sostiene que el modelo biparental reinante en occidente “es contraproducente para la consolidación de una sociedad con sentido de comunidad” (Gabriel, 12 de mayo de 2016), y que los niños y niñas deben ser educados en común y en colectivo por la tribu.

Frente a este cambio de arquetipo o si se quiere a la reivindicación de la cultura de la Comunidad tribal (Tovar, 17), el escritor Silva Romero (12 de mayo de 2016), aduce: “aquí lo que hemos tenido es familias y no sociedad, y hemos tenido familias más que país. En Colombia, así como en el resto de occidente, se impuso la imagen judeo-cristiana de familia tradicional, un concepto basado en la conformación biparental” ( parr 5). El concepto de familia, en el mundo occidental, se asocia al amor y a la protección, en un espacio mítico de armonía en el que cualquier manifestación de conflicto, entendido como choque o como dificultad, es considerada como anomía o desviación, expresión de maldad o enfermedad; de ahí que hayan voces que enuncien que “la familia está enferma”. 

Tedesco (1995, 44) al comparar la familia con la escuela, en el ocaso del milenio, aseveraba que entre la familia de finales de siglo XX y la de inicios del mismo había una distancia enorme, mientras que los cambios en la escuela seguían siendo efímeros y mucho menos significativos. “La familia mantiene su importancia, pero ya no es la familia fija y estable de antes... hay intercambio de opiniones, de maneras de ver o sentir pero no de transmisión porque ésta supone la aceptación de cierta asimetría y de cierta autoridad. La familia actual tiene una tendencia a transformarse en una institución donde se intercambia, negocia, discute, donde la autoridad tiene que ser conquistada y no existe naturalmente”.

La crisis puesta en cifras.

Con base en estos apuntes, que recorren tiempos y espacios, por donde ha transitado la sacra familia nuclear, en Colombia, y añorando que esta organización primaria retome el remo de la socialización y el timón constitucional de ser garante de los derechos, deberes y obligaciones para consigo misma y con su prole, vale la pena traer a colación algunos datos que ponen en cuestión el ideal que se tiene en la escuela y la realidad que se ignora.   

Según Medicina Legal, el año pasado se reportaron, en Colombia, 1007 asesinatos de mujeres, cerca de 16.000 casos de violencia sexual y aproximadamente 37.000 de violencia en general contra ellas. Entre el 2001 y el 2009 se supo de 500.000 casos de violencia sexual, “se calcula que en ese lapso la cifra real de colombianas violentadas haya ascendido a los dos millones”. (Lara, mayo 26 de 2016). “¿De qué nos quejamos? Ni siquiera practicamos el 5º mandamiento, y ya vimos los amplios y poderosos sectores que votaron por seguir la guerra.”, apunta Carlos Eduardo Vasco, en el 5º reto de la Educación colombiana para el 2025. En este reto, al decir del Comisionado de la Misión Ciencia Educación y Desarrollo está: “Conciliar el pluralismo y el amoralismo neoliberal y posmoderno con la enseñanza de la convivencia, la ética, la moral, la democracia y la ciudadanía, y con la enseñanza de las religiones, sus contribuciones y sus desvíos”.

Durante 2014 al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) llegaron 44.165 denuncias de maltrato a menores de edad, afectados principalmente por violencia sexual y abandono. Dicho de otro modo, en Colombia, diariamente, en ese año, a 121 niños, niñas y adolescentes se les vulnerados sus derechos. El 41,7% de los menores de edad, con los que el ICBF adelanta procesos de restitución de derechos, tenía entre 12 y 18 años; el 28.8% la edad oscilaba entre 6 y 12 años. Los niños y niñas, entre 0 y 6 años, ocuparon el 16,3%. Según el mismo instituto, (El tiempo, 2 de marzo de 2016), solo durante el 2015 fueron reportados al Sistema de Información Misional 3.370 casos, de los cuales, 939 fueron por violencia sexual.

Todos ellos y ellas son hijos de la Constitución de 1991, seguramente vástagos de padres creyentes, practicantes del 4º mandamiento y “apoyados en la ley”, aunque no se conozca la especificidad del Código Civil Colombiano que en el artículo 262 establece: “los padres o la persona encargada del cuidado personal de los hijos, tendrán la facultad de vigilar su conducta, corregirlos y sancionarlos moderadamente”. (González, J., 2015). Los niños que han sido respetados desde la infancia irán por el mundo con los ojos y las orejas bien abiertos y sabrán protestar con palabras y acciones constructivas contra la injusticia y la ignorancia”, anota Miller (2009, 17) y los que aprenden la violencia en la progenie, porque sus padres la han aprendido ¿Qué harán?

 Ligado al crimen, al maltrato y al abandono, como prácticas de los miembros de algunas familias, está el consumo de Sustancias Psicoactivas (SPA). En el II Estudio de Consumo de Alcohol en Menores, en 7 ciudades capitales, en el año 2015, realizado por la Corporación Nuevos Rumbos, se encontró que el 58% de los menores de 18 años lo hace en fiestas de la casa; el 52% de los menores toma alcohol en presencia de los padres; el 48% toma con padres y familiares y el 44% ha ido a comprar el licor obedeciendo órdenes de los padres o familiares. Concuerdan estos datos con las cifras del programa Ángel protector de Red Papaz, en los que se asegura que el 55% de los menores de edad han iniciado el consumo del alcohol en su propia casa, en presencia de sus padres, reiterando que esta es la causa de los altos índices de consumo en la capital.

En 2015 y lo corrido del año 2016 se registró, según Caracol Radio, que el 15 por ciento de los menores en Bogotá están tomando alcohol con frecuencia, volviéndose relevante el hecho de que las mujeres están consumiendo un 57%, mientras que los hombres, menores de edad, registran un 51%. El comienzo del consumo está entre los 11 y 12 años. Esta, sin duda, es una huida de los niños y adolescentes a las situaciones de angustia, desesperanza, desazón, violencia, desconfianza, peligro, incertidumbre, abandono afectivo, desprotección que la familia biparental y monoparental le brinda a sus retoños. Si las espigas y los capullos, evocando a Soto Aparicio, no se cuidan no habrá pan ni habrá flores.    

¿Y qué decir de la violencia intrafamiliar, muy ligada a los factores de riesgo que se vienen enunciando? En mayo del 2015 se registraron, a nivel nacional, 74.812 casos de violencia intrafamiliar: más del 30 por ciento sucedieron en plena celebración del Día de la Madre. (El Tiempo, 2de marzo de 2016). En 2012 se presentaron 30.110 casos, 552 de los cuales terminaron en sentencia condenatoria. Al colombiano sin corazón lo pierde el corazón, apuntó García Márquez (1995, 16). “Somos una sociedad sentimental en la que prima el gesto sobre la reflexión, el ímpetu sobre la razón, el calor humano sobre la desconfianza. Tenemos un amor casi irracional por la vida, pero nos matamos unos a otros por las ansias de vivir. Al autor de los crímenes más terribles lo pierde una debilidad sentimental.”

En la apertura de la Caja de pandora, el embarazo no deseado de adolescentes no puede efaltar. El embarazo de adolescentes, en Colombia, es un problema de Salud Pública. La Academia Nacional de Medicina, en el año 2005, catalogó el “embarazo en adolescentes” como la más grave problemática en salud pública de Colombia. “Ésta, además de ser un marcador de subdesarrollo en sí, es una catástrofe biológica, antropológica, social, familiar e individual. De ella se desprenden en gran medida problemas como el aborto, las infecciones de transmisión sexual, la violencia de género, la violencia sexual y el maltrato infantil” ( Arrieta, 2010).

En la actualidad, el 20% de las embarazadas son adolescentes. Colombia es el tercer país de la región (después de Venezuela y Ecuador) con el mayor sumario de adolescentes gestantes. Un estudio reciente de la ONU señala, que “150 mil embarazos en niñas entre los 10 y los 19 años se registraron en el país en el último año”, 6000 de ellas menores de 14 años. El embarazo adolescente perjudica no solo a la madre, sino a sus hijos, a sus familias y a la sociedad entera “El embarazo en la adolescencia es una circunstancia que quita la oportunidad de desarrollo, de crecimiento, de completar la educación, de tener mejores oportunidades para el trabajo y mejores condiciones de vida, tanto de la madre como de sus hijos”, indica el estudio (Mejía, 2013). ¿Qué está pasando? ¿Quiénes son responsables de esta grave problemática? ¿Los padres que no se comunican correctamente con sus hijos... los mismos adolescentes, que se aventuran a tener prácticas sexuales sin la protección ni la conciencia de los riesgos que el ejercicio de la sexualidad implica?, preguntan los asesores del organismo multilateral. ¿Ha muerto la familia, como lo aseveró David Cooper(1986)?

Desde la relación familia escuela, puede decirse que las prácticas de crianza, los saberes de sentido común, saberes populares y el capital cultural de los padres de familia, que tienen matriculados a sus hijos en los colegios públicos, no les posibilitan formar a los niños, niñas y adolescentes en el ejercicio de los Derechos Sexuales y Reproductivos; empero, la Corte Constitucional ha expuesto que:  “por su propia naturaleza, la instrucción sexual se lleva a cabo desde el nacimiento en la atmósfera protegida de la familia”. El peso de las creencias y sobre todo de los preceptos religiosos cobra un alto precio a la hora de asumir la formación de los hijos; por eso, la escuela se convierte en una institución de educación compensatoria y de reeducación en cuanto a la Educación sexual se refiere, pero no resuelve el problema estructural. 

Los divorcios ocuparon un protagónico papel en la desconfiguración y recomposición de las parejas, convirtiéndose en un factor de riesgo para los consanguíneos. A principios del 2009, la prensa nacional reconocía “que 41 parejas colombianas acudían a los juzgados para divorciarse, es decir, 5 parejas en promedio por hora” (González, J., Luna, A., 79). Se calcula que por cada pareja que se casa otras tres parejas se divorcian. De diez parejas, tres se divorcian. Bogotá fue una de las ciudades donde más se presentó esta situación: 25.83% de los divorcios del país. De acuerdo con los informes del Superintendente de Notariado y Registro (García, J., 2016), “de diez parejas, tres se divorcian… los divorcios aumentaron un 10.44%”. ¿Y qué decir del matrimonio igualitario y de las madres cabeza de familia? 

Y podríamos cerrar esta enumeración de factores de riesgo que caracterizan a la familia unipersonal, nuclear y extendida, como la tipifica la Encuesta Nacional de Salud Mental, 2015, acuñando que el 10% de los colombianos tiene problemas mentales, reflejados primordialmente en la depresión y la ansiedad.
Sobre la base de este crítico panorama, en el que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer, reconociendo que en el fondo de la Caja de Pandora está lo nuevo, es decir la Esperanza, fundada en la diversidad debida a la mutación del organismo primario, y que son muchos los factores exógenos que influyen en el desempeño de los roles de la familia, verbi gracia: la pobreza, el desempleo, la ubicación rural o urbana, la situación económica, la aculturación, entre otras, sobre esta base bien pueden formularse los siguientes interrogantes:
  ¿Será que ese organismo asemejado a la estructura básica de los seres vivos: la célula, está cumpliendo con la función de reproducirse, pero ha dejado en un segundo plano la función de relacioanrse bien y ha puesto en el sótano la función de nutrirse y por eso hoy sigue moribunda? ¿Qué estará pasando con la membrana plasmática cultural y con el citoplasma social de la "la base de la sociedad? ¿Tiene sentido, para el crecimiento humano, una organización primaria como la amorfa familia actual? ¿Será posible la realización personal y social de niños, adolescentes y adultos en un escenario cuyas funciones tradicionales son la supervivencia, la reproducción y la vida conyugal? ¿Los roles que vienen ejerciendo los miembros de las tipologías de familia contemporánea están cumpliendo con el compromiso para el cual nació esta organización primaria? ¿Será que la prevalencia de este organismo, tal como se ha sostenido, ha incidido en que no tengamos una mejor sociedad, una mejor escuela y un mejor país, acogiendo la afirmación del escritor Silva Romero?

En este contexto anómico y disfuncional, la escuela puede seguir esperando que la familia responda con los deberes y obligaciones que tiene con la escolaridad? Casassus (2015) sostiene que los alumnos que tienen profesores que piensan que el éxito o el fracaso de ellos depende de la familia de donde procede tienen, por ese solo hecho, 20 puntos menos, frente a los educadores que no piensan así. ¿La escuela del posconflicto puede asumir el rol de generar procesos de aprendizaje sobre la base de la realidad anómica expuesta, como alternativa educativa? 
Algunas fuentes consultadas.
Casassus, J., recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=yS_CFk1WL70
Cooper, D., recuperado de https://periodicoelamanecer.files.wordpress.com/2014/03/la-muerte-de-la-familia-david-cooper-1971-periodicoelamanecer-wordpress-com.pdf
García, G., recuperado de  http://www.mineducacion.gov.co/cvn/1665/w3-article-340541.html
García. J., Recuperado de http://caracol.com.co/radio/2016/03/29/nacional/1459273224_917130.html
Leal, J., (1998) La jaula familiar. Bogotá, Colombia: Tercer Mundo Editores. 
Leer más: http://www.monografias.com/trabajos43/dinamica-familiar-escolar/dinamica-familiar-escolar2.shtml#ixzz4A9kBwbxA
Mejía, M., recuperado de http://www.sura.com/blogs/calidad-de-vida/embarazo-adolescente.aspx#sthash.83WDFbAk.dpuf
Gutiérrez, Rafael (1998) Insistencias. Bogotá: Ariel.
Miller, A., (2009) Por tu propio bien: raíces de la violencia en la educación del niño. México:Tusquets Editores.
Sarlo, B. (2005) Tiempo pasado. México: Siglo XXI editores. 
Tovar, H. (1974) Notas sobre el modo de producción precolombino. Bogotá: Aquelarre.

José Israel González B.
Bogotá DC, junio 5 de 2016